Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


sábado, 28 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 95. La lámpara

Y cuando frotó por tercera vez la vieja lámpara de cobre emulando al archiconocido protagonista del cuento que todo el mundo conoce, se apareció el genio. No era de color azul, ni de proporciones monstruosas, lo que en un principio le hizo creer que tampoco tendría cualidades mágicas.
— Te equivocas al pensar eso de mí — le arrojó de inmediato el genio al ver su  expresión de desaliento — Yo soy lo mismo que tú, puedo hacer tanto como anheles tú, como desees de verdad. Lo que quieras, vamos.
— ¿Seguro? Porque yo…no tengo poderes.
— ¿No? Mira que eres imbécil ¿Te parece poca magia frotar una lámpara y que se aparezca un genio? ¿Sabes cuanta gente se tira toda su vida restregando su mano contra un sinfín de superficies, completamente desesperados, y lo único que obtienen son llagas en sus dedos?
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

viernes, 27 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 94. Hazlo


Cuando salió despedido fue a parar a un arbusto que lo recogió de mil amores. Allí, a su sombra, dio sus primeros pasos y, donde pasado algún tiempo, comenzó a preguntarse quien era. Intentó trabajar a modo de hormiga para su aceptación, la cual ciertamente consiguió, pero a la hora de la verdad, cuando hubo que entrar en el hormiguero para hacer vida hogareña su tamaño se lo impidió. Volvió mojado por las primeras lluvias invernales al refugio de su arbusto, desde el cual por imitación, intentó hacer vida de perro, como los que se aproximaban por allí, pero…jamás consiguió entender lo que le requerían y, por tanto, nunca llegó a devolver la pelota que le tiraban una y otra vez. Y así, emulando a todos y cada uno de los animales que se aproximaban a su planta nodriza, fue transcurriendo su falsa vida. Un día, intentando adivinar si iba a llover o no, dio con su verdadera naturaleza. Pero la ignoró, ya que llegó a la conclusión que la misma distancia había en el camino inverso y nadie le había echado de menos. Nunca se le pasó por la cabeza volar, que con toda seguridad era lo que realmente sabía hacer. Pesándolo mejor, quizás sí lo haya hecho, o lo esté haciendo en este mismísimo instante o la hará dentro de poco….

jueves, 26 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 93. El perdedor


Y el tiempo fue transcurriendo inexorablemente (hasta aquí todo normal), pero esta vez lo hizo como realmente le gusta (si le dejan, claro), como le encanta que le vean, como le apasiona que le recuerden: como un sumatorio de errores. El jugador dándose cuenta de su situación desesperada intentó que la banca le fiara para jugárselo todo a una carta. Pero un gesto abyecto del crupier, hacia la manta de cuadros que cubría sus enjutas piernas, fue suficiente para que no se le permitiera esa segunda oportunidad.

lunes, 23 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 92. Un año luz


El movimiento pendular del dedo índice, pausado, periódico, simulando un metrónomo, vomitaba una información inequívoca: NO. Al otro lado, esa negativa era esperada mucho antes de que se ofertara; no hay nada más oneroso para un ser humano que remontar un no, pero… “El que algo quiere, algo le cuesta”, así que comenzó el acercamiento tantas veces repetido y casi las mismas infructuoso. Digo “casi las mismas”  porque en esa  sutil diferencia, en ese decimal que puede parecer desestimable, se  halla la fuerza  necesaria para volver a intentarlo ahora y después, claro. La distancia se acortó al mínimo posible: El grosor de un cristal de ventanilla. Es decir, un año luz.
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

viernes, 20 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 91. Dos caminos


De médico en médico, de amigo en amigo, de consejo en consejo, iba saltando a lo largo de… su corta o larga vida (ya que en esas condiciones de brincos terapéuticos la medición del tiempo con exactitud es absolutamente imposible). Pero a diferencia de un sinfín de seres humanos qué, como él, pasan su existencia terráquea (la otra no lo sé, por eso no digo nada de ella, pero es posible que continúen igual ya que…siguen siendo los mismos) mediante cabriolas psicoanalíticas, como si les quemara el suelo, él tuvo suerte. Sí, mucha fortuna: Consiguió ver nítidamente los dos caminos posibles y acertó en su elección de viaje, claro está. Y se tumbó tan pancho para ir pasando sus, esta vez sí, largos días de existencia. Y fue feliz, respetando a las perdices.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 90. Las tres puertas


Al principio, antes del big-bang, el universo estaba compuesto por tres puertas y dos personas, una buena y una mala. Las puertas nunca habían sido abiertas, porque el malo tenía miedo de que al hacerlo saliera alguien que conociese su verdadera naturaleza y le desenmascarase ante el bueno. El bueno, haciendo honor a su principal cualidad, nunca había abierto ninguna de las cancelas, ya que se fiaba del malo, para eso era bueno (claro está), a pesar de tener la mayor de las curiosidades por saber que podría haber dentro. Pero un día que hacía una corriente muy fuerte, se abrieron las tres de golpe, y…como era evidente, no había nadie detrás de ellas, sólo vacío. Y ocurrió lo único que podía suceder: que el malo se convirtió en bueno, y el bueno en malo por la rabia surgida de la decepción al pensar que había estado tantos años con una curiosidad estúpida. Quiero aclarar que el malo se convirtió en bueno porque el bueno se había vuelto malo, y el nuevo aspecto de su compañero le repugnó. Y vuelta a empezar, con la diferencia de que al estar abiertas ya nada cambiaría jamás.

martes, 17 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 89. El albañil

Y, al principio, para no darse a conocer en tiempo temprano donde en un momento de lucidez se le pudiese descubrir antes de haber cumplido con su objetivo, le fue pasando los ladrillos de mes en mes. Más adelante, cuando la confianza se iba espesando, los adoquines eran entregados de semana en semana, para, una vez sólida, dárselos diariamente. Así, sin darse cuenta, el miedo fue construyendo (se) una mastaba, mientras su albañil era incapaz de percatarse de la abominable obra. Cuando sólo quedaba un hueco por cubrir y justo al poner la piedra, en el último movimiento constructor, le fue revelado el verdadero objetivo, bueno…perdón: el resultado. Gritó, pero nadie de fuera le oyó. El aire fresco se consumió. En muy poco tiempo encontró otro operario. Era una época donde el trabajo escaseaba.
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

lunes, 16 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 88. Variaciones de dos elementos tomados de dos en dos


Érase una vez un hombre que le culpaban de seguir siendo un niño. Érase una vez un niño al que le hablaron como a un hombre. Érase una vez un hombre que deseaba ser cualquier cosa menos un hombre. Érase una vez un niño que no veía el momento de convertirse en hombre. Érase una vez un niño que lloraba como un hombre. Érase una vez un hombre que le daba vergüenza llorar como un niño. Érase una vez un niño y un hombre. Érase una vez un hombre y un niño. ¿Quién de los dos se atrevería antes a hacer lo que tendría que hacer? (¿o quizás es lo que debería hacer?)

domingo, 15 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 87. La chuleta

Cuando la ecuación parió por fin la equis, su equis, no se sentó ni reflexionó sino todo lo contrario: dio un salto tremendo. Cómo lo hizo en medio de una vagón del metro, un montón de miradas abandonaron momentáneamente sus libros electrónicos, sus periódicos gratuitos y…las piernas de la de “al lado”, para enfocar al repentino bote de alguien en medio del vacío. En un tiempo mínimo, dichas miradas volvieron a sus tareas anteriores como si allí no hubiese ocurrido nada, salvo la de un anciano, que haciéndole una seña para que se acercase, y tapándose la boca con la mano persiguiendo la máxima discreción, le dijo:
— Llevo toda mi vida sentado en este pupitre esperando este momento caballerete. Aunque tarde, páseme el resultado. ¡Aún puedo aprobar!
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

martes, 10 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 86. De golpe


Un día, de golpe, se quedó medio tonto mirando una flor. Digo medio tonto porque fue el calificativo más repetido en su entorno, saltando de boca en boca. Bueno…para ser justo he de añadir que no de los más allegados. No, esos no decían nada, y si hablaban algo siempre eran términos médicos que imbuían el suficiente respeto que se merecía su familiar. ¿Qué tendría aquella flor? Pues nos quedaremos sin saberlo ya que, como he dicho anteriormente, se quedó medio tonto.

domingo, 8 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 85. El renacuajo

Y por quinta vez, la felicidad volvió a escapársele de la misma forma que las otras cuatro anteriores: como un renacuajo resbalando entre sus temblorosos dedos. Pero en esta ocasión, a diferencia de las previas y previendo que era ya mucho tentar a la suerte, salió corriendo detrás de su “incipiente batracio”. Corrió y corrió, saltó, buceó…hasta que la agarró y consiguió hacerla suya de nuevo. Una vez que era ya evidente que no volvería a dejarla escapar y, por tanto, ella cogió cierta confianza viendo su cambio de actitud, la soltó un poquito para poder mirarla  a los ojos y le dijo:
— ¿Dónde ibas nerviosa?
— ¡Serás chulito!
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

viernes, 6 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 84. No quería subir


No quería subir, de ninguna de las maneras deseaba encaramarse al vagón. Sabía que al final del viaje aparecería la verdad. De todos los regresos, éste era el más difícil. Por ello intentó resistirse hasta que no pudo más y… se sentó. Una vez sentada, se acomodó a su nuevo estatus y viendo el final próximo lo que no quiso entonces fue levantarse. Pero se aproximaba el final y ahora lo que no quería era andar hacia la salida. Pero tuvo que salir y allí estaba la verdad: Estaba él.

lunes, 2 de mayo de 2011

Nanorrelato nº 83. Nadie


Nunca llegó a imaginarse que, una vez delante del pelotón de fusilamiento, la sensación fuese tan liviana. Siempre había tenido muy presente que podía darse dicha situación, dada su elección (incorrecta) en tiempos de guerra, pero le causó muchísima sorpresa que llegado ese momento tan imaginado y poco deseado, tuviese tan poco empaque la congoja desprendida por el hecho de estar a punto de perder la vida. En cambio, lo que no podía quitarse de la cabeza, el verdadero sufrimiento muy por encima del existencial, era el que nadie había comprendido (ni un solo asentimiento en todo el juicio, pero ni uno) porqué hizo lo que hizo. Nadie.